Me gustan los edificios antiguos, tengo la sensación de
que sus muros, testigos mudos de mil historias, nos envuelven en una atmósfera
que no vemos, pero sí percibimos.
Y cuando doy con un monasterio restaurado, esa
impresión de sumergirme en un mundo que existió, pero que yo no llegué a
conocer, todavía se hace más intensa.
El actual Parador de Corias en Asturias, que fue en su
origen Monasterio Benedictino y más
tarde seminario Dominico, el “ora et labora” parece aun resonar entre sus
piedras.
Corias, está en el Occidente de Asturias y para llegar
hay que recorrer un buen trecho de carreteras de las de antes. Estrechas, plagadas de curvas, colgadas de los montes
que las sustentan y bordeadas de desniveles y terraplenes.
La cercanía de Galicia, se nota.
Los montes escarpados se sustituyen por colinas, los
bosques de hoja caduca, dejan paso a las púas y las lanzas de pinos y
eucaliptos.
Si logras no marearte entre tanta ida y venida, no te
queda otra que sorprenderte con los pueblos colgados de los montes.
Tejados de pizarra, ventanas pequeñas para que no se
cuele el frío del invierno y una sensación de que el tiempo se detuvo.
Túneles verdes de árboles que se juntan en las copas,
brezo en flor tapizando las rocas y rebaños de vacas que pastan tranquilamente
al sol.
El Parador es una mezcla de la funcionalidad y la comodidad, que se esperan
de un hotel, con la tradición y la austeridad de unas paredes
conventuales.
Cada habitación tiene al lado un par de madreñas para que no olvidemos que estamos en el
campo. Y la quietud de los claustros, asiste inmutable al paso
de un sinfín de turistas llegados de todas partes.
Si quieres sabes cómo eran las antigua celdas,
conservan una tal como la vivían los monjes.
Y la biblioteca te atrapa con su invitación a quedarte
leyendo el uno de sus acogedores sillones.
Aprovechando que el otoño es benigno, me he puesto uno
de los monos que me compré este año, lunares y hombros al aire para romper el
silencio mayor que aun se cuela por los pasillos, en cuanto te descuidas lo más
mínimo.
Fotos: Julián Herrero
Mono: Zara
Nice styl
ResponderEliminarMe encanta el mono, tiene dos de las cosas que más me gustan, combinación blanco/negroy lunares.
ResponderEliminarUn sitio muy bonito
Besos
Hola Curra algo similar me sucede cuando visito un Monasterio en algunas estancias con espacios grandes y esa quietud esas piedras propia de la arquitectura gótica y románica incluso me da como mareo, jaja Me gusta el mono, muy elegante. Besos.
ResponderEliminarHola Curra, los escotes halter te quedan especialmente bien , y me encanta el mono , luces muy guapa en las fotos.
ResponderEliminarA mí me pasa lo mismo , me encantan los edificios antiguos y más cuando se conservan con los muebles originales , me encanta imaginar cómo se vivía ahí
Y cuando hay espejos me encantaría que pudieran hablar, cuantas cosas no habrán pasado por ahí , me parece fascinante .
Un abrazo con mucho cariño, y saludos a tu fotógrafo de cabecera .